dimarts, 28 d’abril del 2015

Benito, un burgalés y un granollerense de pro

Benito Renes Sanz. 

Benito demostró que se puede ser al mismo tiempo de aquí (Granollers) y de allá (Burgos). Y lo hizo, como él hacía todo, desde la humildad, el compañerismo y la entrega desinteresada. Aquejado de una grave enfermedad, murió hace unos días en Granollers, ciudad donde residía desde hace años. Benito era un burgalés de pro nacido en la bonita ciudad de Lerma, a la que continuaba unido muy estrechamente. 

Benito era un hombre bueno. Benito era una buena persona. Lo sabemos bien los que tuvimos la oportunidad de pasar años de soltería con él recién llegados de nuestro Burgos querido -un nutrido grupo de jóvenes la mayoría que salíamos juntos por allá los años 80- y lo saben bien los granollerenses y vallesanos que le han conocido a partir de la relación que Benito ha mantenido con la parroquia de los Padres Franciscanos -su segunda casa- acompañando a enfermos y ayudando a los religiosos en lo que podía, y también a partir de su trabajo en el Hospital General de Granollers donde ejerció de camillero hasta su jubilación. 

Benito era la generosidad en estado puro. Siempre, pese a su enfermedad y a su delicado estado de salud, se preocupaba casi o tanto más por los demás que por sí mismo. Siempre con palabras de ánimo. Siempre dando ejemplo. Siempre siendo ejemplo. Siempre con la fe por bandera.

Su fallecimiento, desgraciadamente esperado desde hace meses, me llevó a pensar en él y en todas las experiencias primeras que viví con los jóvenes burgaleses y otros no tan jóvenes que durante los años 70 y 80 formábamos, como otros emigrantes recién llegados a Catalunya, un grupo que se reunía para salir juntos los fines de semana, ver los partidos del Burgos CF cuando venía a Sabadell o Sant Andreu... Durante su emotivo funeral, se removieron en mi interior éstos y otros recuerdos que a manera de testimonio destacó en una sentida y acertada intervención el amigo común Javier Gutiérrez.

Benito era un burgalés de pro pero lo era también de Granollers, ciudad en la que formó una familia y labró con esfuerzo y tesón muchos campos de bondad. A su mujer Cristina, a sus hijas Mónica y Raquel, y a sus nietos Pol y Martí, mi más sincero pésame. Evidentemente, Benito tenía apellidos. Eran y son -la siembra ha dado buena cosecha- Renes y Sanz. Benito, un saludo cordial.

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